No había que ser muy perspicaz para entender por qué todas las aerolíneas serias se han largado del proceso de venta de Alitalia. Pero por si aún quedara alguien con alguna duda, Carsten Spohr, el director general de Lufthansa lo ha explicado de forma inequívoca: sí, la compañía alemana tiene interés en Alitalia, pero no quiere tener presencia del gobierno en ningún sentido.
Y eso, como se sabe, es imposible tal como se está diseñando la operación, en la que el papel de la aerolínea que entre en el capital será minoritario al lado del peso del Gobierno. Cuando decimos Gobierno, decimos Correos, Ferrovie dello Stato, Tesoro público o cualquier otra forma de participación política, obviamente. Y, además, Spohr ha explicado que, encima, quiere una reestructuración muy seria de la compañía, a nivel de flota y de personal.
Spohr, hace unos meses, cuando aún había otras aerolíneas en la carrera, dijo que “no entiendo donde va a acabar Alitalia con el Gobierno, FS, Delta o Easyjet.” Ahora se ha apeado la aerolínea naranja y Delta mantiene una presencia simbólica.
Ahora, una vez todas las aerolíneas han abandonado a Alitalia, el Gobierno italiano ha concedido otra prórroga para presentar un plan de viabilidad, en el que se baraja la posibilidad de que una empresa de la familia Benetton pudiera incorporarse. Los Benetton, a través de sus empresas, tienen la propiedad de varios aeropuertos en Italia, y uno de los integrantes de la familia tiene intereses en Air One, una compañía privada de dimensiones menores.
El escándalo está en que los Benetton son propietarios de la concesión de las autopistas italianas, a las que el Gobierno quería echar porque se le había caído el puente Moretti, en Génova, causando más de 40 muertos. Los Benetton, se especuló, estarían dispuestos a asumir este lío si, a cambio, no perdían la gestión de las autopistas, que es un negocio fabuloso.
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