El Lupus es una enfermedad del colágeno, no contagiosa, que además de afectar a las articulaciones y los músculos, puede dañar la piel, los riñones, el corazón, los pulmones, los vasos sanguíneos y el cerebro. Tiene una base genética que puede desencadenarse por la asociación de factores externos como la exposición al sol, infecciones virales, toxicidad por medicamentos y estrés emocional, entre otras.
Existen distintos tipos de lupus y los síntomas varían según el paciente. Los más comunes son: dolor o inflamación de las articulaciones y músculos, alta temperatura, sarpullido enrojecido (con mayor presencia en la cara), dolor de pecho, pérdida del cabello, dedos pálidos o morados, sensibilidad al sol, hinchazón en las piernas o alrededor de los ojos, úlceras en la boca y cansancio.
El lupus es una enfermedad crónica, pero se puede estabilizar al paciente y ayudarlo a que desarrolle una vida normal. Entre los medicamentos utilizados se encuentran: los antinflamatorios (alivian los dolores en los músculos y articulaciones), los corticoides e inmunosupresores (permiten controlar las complicaciones de la enfermedad), los antipalúdicos (para tratar lesiones de la piel y síntomas pericárdicos) y los tratamientos inmunomoduladores (regulan el sistema inmunológico).
Lupus, datos clave
1) Se estima que 1 de cada 1500 personas en Argentina lo padecen. Aún así, es una enfermedad poco conocida y poca gente sabría explicar en qué consiste o cómo afecta al ser humano.
2) Cada lupus es distinto. Es una enfermedad reumática producida por un comportamiento anómalo del sistema inmune y, por lo tanto, en cada persona actúa de una manera muy diferente. Puede atacar a diferentes órganos, a la piel, articulaciones, a la sangre.
3) Un 90% de los pacientes son mujeres. El Lupus puede presentarse en cualquier persona pero la mayoría de los diagnósticos corresponden a pacientes del sexo femenino.
4) El lupus es tratable y el objetivo de la medicación es modular la respuesta inmunológica alterada, buscando controlar el daño que produce la enfermedad.
5) El diagnóstico puede tardar. Los médicos suelen identificarla a través de los brotes y eliminando las posibilidades de estar padeciendo otras enfermedades, ya que se puede confundir de forma sencilla. Para descartar o confirmar la enfermedad el especialista deberá considerar, entre otras cosas, el historial clínico, un análisis de sangre, una biopsia de la piel y de los riñones.
6) Una vez diagnosticado, es vital que el paciente se informe acerca de la enfermedad, su impacto y participe activamente del tratamiento. Está demostrado que los pacientes que conocen todo lo referido a la enfermedad poseen menos dolor, necesitan menos visitas al médico, tienen más confianza en sí mismos y permanecen más activos.