Vivimos en una era sin precedentes donde nuestros datos personales, nuestra actividad online, nuestros movimientos financieros y nuestra ubicación geográfica están ampliamente disponibles en Internet. Si pensamos en la información que producimos diariamente, y en la cantidad que puede ser rastreada y grabada, la cifra es astronómica.
¿Pero qué sucedería si esta información pudiera convertirse en un valor económico activo, en una nueva forma de moneda que fuese utilizada corrientemente, ya sea en un almacén de barrio o en una compañía multinacional? En este sentido, un informe reciente del Foro Económico Mundial titulado ‘Personal Data: The Emergence of a New Asset Class’ sostiene que esta diversificación se extiende incluso a nuestro propio capital humano, a través de la denominada moneda social.
La creciente importancia del consumo y las redes sociales impactaron aún más sobre la definición tradicional de moneda. Art Brock, un teórico monetario y fundador del proyecto meta-moneda, explico el porqué de la necesidad de una definición más amplia del concepto. En un panel de discusión intitulado “Monetizing Intangible Capital’ (Dando valor al capital intangible), sugirió que existen otros símbolos más allá del dinero – que no constituyen unidades de intercambio- que afectan el modo en que los valores fluyen en la economía y son también formas de moneda. Al crear un símbolo social que tiene valor ‘monetario’, se pueden variar los patrones de consumo y producción. La producción de tales símbolos, ampliamente reconocidos por la sociedad, puede ser una manera poderosa de cambiar los hábitos económicos.
El aumento de esta clase más amplia de monedas puede ser atribuido parcialmente a la creciente importancia de los bienes o valores activos sociales, ya que hemos llegado a interactuar en las redes sociales y dependemos más de factores intangibles como la reputación y la confianza para navegar por nuestras interacciones con los demás. Por su parte, las plataformas de consumo permiten a sus usuarios acceder a bienes y servicios de forma temporal ya sea gratis o a muy bajo costo, gracias a la existencia de dichas monedas.
Como el dinero, estas monedas son símbolos cuya producción está regulada por un emisor o un foro. Como el dinero, estas monedas pueden ser falsificadas o utilizadas de forma incorrecta por sus emisores. De todos modos, hay diferencias evidentes con el dinero, y razones por las cuales el dinero como unidad intercambiable de la transacción seguirá siendo un concepto separado.
Además, la mentalidad de las monedas es muy diferente a la mentalidad que subyace en el dinero como lo usamos actualmente. Las monedas como puntos de reputación no son escasos, su creación está sujeta a un sistema de reglas aceptadas por la comunidad que los usa. La adquisición de moneda social no depende de una cantidad preexistente de ‘puntos de reputación’, los puntos son creados digitalmente bajo condiciones específicas. Esto tiene el efecto positivo de fomentar la participación en redes sociales de intercambio donde no hay escasez de moneda para recompensar la participación.
Se puede describir al dinero como a un sistema para hacer un seguimiento de la deuda en un juego económico. Las monedas sociales reconocen distintos tipos de bienes o valores activos, como la reputación.
En el futuro, podemos esperar un mayor reconocimiento de la importancia de una amplia variedad de monedas para navegar la vida económica. Buscaremos etiquetas en las manzanas, el precio de la acción de un individuo, el puntaje de su reputación social u otros símbolos de valor. Tal vez captemos la habilidad de aprovechar el uso de la moneda social ganada en varios contextos. En el actual clima financiero global, tal vez no estemos muy lejos de conseguirlo.