En nuestro país las negociaciones paritarias se encuentran estrechamente vinculadas a la inflación. Es cierto que el nivel de la actividad económica, los cambios introducidos por la tecnología, los precios internacionales y otras variables pueden ser mencionados en las distintas mesas de negociación, pero en todos los casos, la inflación es la variable preponderante a la hora de cerrar los acuerdos. Ello es tan claro que, por ejemplo, en actividades como la del petróleo -cercada por un bajísimo nivel de actividad y por precios internacionales que no se recuperan-, se observan acuerdos con aumentos formales del 32%, pero con impactos reales sobre los salarios cercanos al 38% si tenemos en cuenta las sumas fijas reconocidas.
En este contexto, es posible trazar una línea bastante clara entre la evolución de las expectativas inflacionarias que registramos a lo largo del año y los distintos acuerdos salariales firmados. Así, durante el primer cuatrimestre del 2016 reinó el más absoluto desconcierto sobre el porcentaje de inflación y como respuesta transitoria, encontramos las denominadas “paritarias cortas” con acuerdos de 6 meses de duración y porcentajes de aumento en el orden del 20%. Por su parte, el segundo cuatrimestre puede dividirse en dos momentos. Un primer momento entre los meses mayo y junio donde la expectativa compartida de inflación se encontraba en el orden 30% y por ello, la mayor cantidad de convenios colectivos se firmaron por todo el año con porcentajes que oscilaron entre el 28% y el 33%. Luego, tenemos un segundo momento a partir del mes de julio donde apareció el temor de una escalada en la inflación, temor que repercutió en acuerdos salariales en torno del 40%. Finalmente, en las puertas del último cuatrimestre del año advertimos que la situación vuelve a modificarse al compás de las volátiles expectativas inflacionarias. Ahora, la expectativa es un porcentaje a la baja y esto, como no podía ser de otra forma, repercutirá en la negociación colectiva.
Concretamente, debemos esperar dos consecuencias: por un lado, no esperamos una reapertura masiva de las negociaciones paritarias cerradas durante el segundo cuatrimestre del año y por el otro, en las “paritarias cortas” que han quedado, que no son muchas, difícilmente se repita en el mismo porcentaje de aumento logrado para el primer tramo. En algunas actividades muy puntuales pueden existir pedidos de refuerzos o pagos extraordinarios aprovechando el final de año, pero no parecen estar dadas las condiciones para una reapertura generalizada.
Téngase presente que las negociaciones salariales se realizan mirando hacia el futuro o, dicho de otra forma, “corriendo contra la inflación” y que, si la inflación se desacelera, los porcentajes de aumento firmados comenzarán a recuperar el terreno perdido, máxime si tenemos en cuenta que casi todos los aumentos salariales firmados se proyectan varios meses sobre el 2017. En este punto una reflexión de cara a las negociaciones del 2017: la inflación en retroceso tiene que perder relevancia como variable en la negociación salarial y dejar su lugar a las variables propias de cada sector como, por ejemplo, el nivel de actividad económica, los cambios tecnológicos o el valor de los bienes y servicios producidos.