¿Cómo impactan las elecciones en el trabajo? ¿Puede variar en la demanda del empleo?
Para pensar qué puede ocurrir a futuro, primero se impone recordar y comprender qué viene ocurriendo en los últimos años. Matías Ghidini, Gerente General de GhidiniRodil hace un análisis sobre esta situación y la realidad del mercado laboral.
Hace casi una década que en la Argentina no existe un crecimiento notable y genuino del empleo privado. Los últimos registros positivos se retrotraen al año 2007 (previo a la crisis global de 2008, con impacto de destrucción de puestos de trabajo en 2009). Desde entonces (y con una moderada excepción durante el 2011) el mercado del empleo formal y privado nunca recuperó aquellos niveles y acabó en una meseta de incertidumbre, mediocridad y heterogeneidad. Períodos grises, con esperanzas difusas, marchas y contramarchas y magros resultados.
Sin dudas, existe pues una correlación muy directa entre la suerte del producto bruto interno y la creación de empleo. La composición futura de nuestro Parlamento restringe o potencia el campo de acción del Poder Ejecutivo, pero difícilmente generará en el corto plazo más puestos de trabajo. Son otras las variables que más directamente pueden cambiar este panorama: inversión extranjera, reactivación del consumo, disminución de los costos laborales, fomento a las economías regionales; entre otras.
La demanda laboral responde básicamente a dos causas: cubrir una posición que ha quedado disponible por alguien que ya no está en la compañía (reemplazo) o encontrar un profesional para ocupar por vez primera una posición que antes no existía (nuevo puesto). Está claro -por lo antes descripto- que la creación genuina de posiciones que antes no existían sucede sólo en sectores muy específicos (tecnologías de la información, el caso estrella) y es la deuda pendiente.
El nivel de actividad que el mercado dibuja en los últimos años responde entonces mayormente a reemplazos. Lo cual no basta, pero sí provee una interesante inercia que genera oportunidades laborales para aquellos perfiles más escasos. Los candidatos mantienen su propensión a explorar cambios laborales (fenómeno sólo interrumpido durante algunos meses del oscuro 2009) y las empresas deben salir al mercado a conseguir sus reemplazos. Esto es lo que ha motorizado (principalmente) la dinámica del mercado laboral formal ejecutivo los últimos años. Un piso que evita la parálisis pero que no satisface a la mayoría.
Como en tantos otros campos, la Argentina aspira a resolver sus problemas con fórmulas inmediatas, cuasi mágicas. Pretender que un hecho (político, en este caso, como las elecciones legislativas) produzca una lluvia de nuevas fuentes de empleo, es como imaginar escalar hasta la cima del Aconcagua en un día.
El camino hacia un escenario de creación genuina y perdurable de nuevos puestos de trabajo será mucho más largo, laborioso, y se llegará recién luego de años de crecimiento sostenido y constante. Poco podrá cambiar pues en lo que queda de 2017. En el mejor de los casos, podremos aspirar a comenzar ese ansiado y gradual ascenso en el 2018?