Una de las grandes incógnitas que se plantean a todo empresario en algún momento de su vida profesional es la de “Y ahora? ¿por dónde debo empezar?”. Le puede suceder al iniciar su negocio, al querer lanzar un nuevo producto, al acometer un proyecto para un cliente y, en general, en cualquier situación en la que tenga que iniciar una tarea para él desconocida. Es ese inevitable momento en el que vienen a su cabeza las frases de la abuela de toda la vida “piensa para actuar, no actúes para pensar” o “qué fue antes, ¿el huevo o la gallina?”, las cuales no le aportan a su situación más que una incertidumbre adicional.
Anticipar el futuro y conocer de antemano las consecuencias de sus decisiones es algo que el hombre ha anhelado a lo largo de la historia tanto como el poder volar, ver en la oscuridad o eliminar las distancias. Y gracias a los ingentes esfuerzos (y también a los fracasos) de hombres bien o mal llamados inventores, visionarios, científicos o locos, todos estos anhelos se han ido materializando en aparatos con los que hoy sería inconcebible la vida cotidiana. Así como disponemos de aviones, bombillas y teléfonos, también disponemos de herramientas que nos permiten adelantar los posibles resultados de nuestros esfuerzos, permitiendo así reducir la incertidumbre que rodea la toma de decisiones.
En la vida empresarial, el Marketing es una función que permite integrar y enfocar los esfuerzos de las diferentes áreas de la empresa hacia un objetivo común que es la satisfacción de los deseos del cliente. ¿Quién si no debería ser el centro de la organización? ¿Quién si no tiene el poder de indicarnos si lo estamos haciendo bien? Para conseguir esta orientación al cliente, el Marketing se vale de diversas herramientas, las cuales vamos a explorar en este post con el propósito de plantear respuestas a esos cuestionamientos que muchas veces nos hacen dudar entre el planear y el actuar.
La Planificación Estratégica es la herramienta básica de la que se vale el Marketing para conseguir sus resultados. Se basa en tres etapas clave: planear, implementar y evaluar. Detrás de esta cadena que resulta tan simple y, si se quiere, tan evidente, está el secreto del éxito en las acciones corporativas. Desarrollar esta planificación es una tarea que requiere esfuerzos pero que al mismo tiempo reporta inmensos resultados. Hacer un análisis interno de la empresa, ser consciente de sus procesos, sus productos, sus servicios, sus fortalezas y sus debilidades es un paso esencial y previo a cualuquier decisión. Seguir por un análisis del mercado en el que se opera y los clientes a los que se llega, resulta decisivo a la hora de orientar esfuerzos. Realizar un diagnóstico de la situación actual y deseada de la empresa en donde se puedan evaluar y cruzar los puntos fuertes de la compañía como clave para ganar a los competidores y solventar los inconvenientes que puedan surgir, así como evaluar y cruzar aquellos puntos a mejorar que todo negocio tiene con el fin de encontrar las oportunidades que tiene el mercado para fortalecerlas, es una actividad necesaria para el inicio de toda actividad.
Todas estas acciones convergen en la definición de las estrategias de Marketing, con las cuales la empresa establece los caminos y los métodos que utilizará para realizar sus acciones comerciales, segmentar y fidelizar clientes, distribuir y posicionar productos, prestar servicio post-venta, fijar precios así como darse a conocer en los mercados en los que está interesada. Estas estrategias, se materializan y toman forma en cada ejercicio en la elaboración de un plan anual de marketing, en el cual se detallan las acciones concretas que se van a realizar en el período, incluyendo toda la información necesaria para su ejecución.
Visto este planteamiento, volvamos atrás e intentemos buscar una respuesta a la pregunta inicial. Muchos son los caminos y las alternativas que se plantean para llevar a cabo una tarea, pero no todos son eficientes ni todos reportan los resultados deseados. Si la solución al deseo de volar se hubiese quedado en los diseños de Da Vinci, jamás se habría llegado a la máquina de los Hermanos Wright y nunca a los aviones modernos, o si el problema de la iluminación se hubiese satisfecho con la tea de los hombres de las cavernas, jamás se habría llegado a la bombilla de Alva Edison y a la iluminación led, o si la comunicación en la distancia se hubiese resuelto con las señales de humo, seguramente no habría habido un telégrafo de Graham Bell, ni se habría llegado al teléfono móvil de Cooper. De igual manera, el planteamiento empresarial entre la planificación o la acción tiene una alternativa que es común a todos los modelos conocidos de éxito: la planificación siempre antes de la acción.