Aceptar lo cotidiano como cosa natural, a veces, impide a las organizaciones realizar los cambios que se vuelven necesarios por la dinámica del mundo social en el que estamos insertos.
Según el filósofo Edgar Morín, la organización social actual comporta anarquía y desorden imposibles de entender, desde la unicidad que existía en la ciencia y los modos relacionales que imperaban.
Esta complejidad viviente, debería ser entendida y comprendida como una eco-re-organización permanente, más aún si se incorpora al análisis necesario, la búsqueda de una mejor calidad de vida.
Para entender este necesario e impostergable cambio, que incluye lo informacional, lo computacional y lo comunicacional, se debería trabajar esta reorganización permanente, para la satisfacción no sólo de las necesidades vitales sino, muy por el contrario, para mejorar el entorno que habitamos.
Este reajuste imprescindible incluye desde lo biológico hasta los carácteres quizás menos conocidos, como la consciencia, la cultura y el lenguaje, demandando un ajuste permanente de la organización humana.
Esta perspectiva puede verse enfrentada a diversas situaciones decisorias; las mismas pueden navegar desde el rechazo absoluto hasta considerarla como tabla salvadora para la solución de problemas de orden organizativo, que no dejan percibir más eficientes resultados.
La aceptación o rechazo siempre se centra en la cultura que se comparte, posiblemente por decisiones quizás no suficientemente reflexionadas sobre la importancia que la revolución del conocimiento ha provocado en todos los órdenes de la vida.
Cada organización, apoyándose en sus profesionales, deberá rescatar sus mejores activos intangibles para implementar el proceso de autotransformación organizacional que mirando a su entorno y a su propia identidad, pueda revisarse para convertirse desde el trabajo colaborativo en una organización que aprende, desde una comunidad de aprendizaje permanente.
Realizar un análisis integral de la organización y su dinámica de funcionamiento sólo se concibe desde una dirección que involucra su capital humano, más allá de su función específica, pues lo conjuga con su desempeño en la estructura de la organización misma (su capacidad relacional, su involucramiento, su capacidad de decidir en situaciones especiales desde y con conocimiento).
Estas personas ayudarán indudablemente a una gestión estratégica, que orientada desde la dirección, facilite la proactividad para traducirla en pensamiento prospectivo y resolver situaciones que a diario oscurecen las buenas acciones y reacciones organizacionales.
Las decisiones que se envíen hacia otros deberán poner en claro el mensaje y los metamensajes que faciliten la autotransformación, no sólo individual sino organizacional.
Trabajar para convertir la propia organización en una comunidad de aprendizaje, significa apostar al crecimiento compartido, a la innovación y desarrollo prospectivo que traen indefectiblemente mejores resultados, no sólo en términos cuantitativos. Muy por el contrario, mejora cualitativamente la vida individual y organizacional transitando un camino de mejora continua. Sin lugar a dudas, es función del departamento de recursos humanos hacer operativo el proceso.
Por Elisa Voegeli, gerente de Sucursales de Consultores de Empresas SRL.