Junio es el mes de la fertilidad y entonces óvulos, espermatozoides y embriones son protagonistas. El test marca dos rayitas y sí, hay embarazo. Pero ¿cómo es que un embrión, luego de todo el proceso previo que debe darse para lograr la fecundación, se implanta en el útero materno y se dispone a crecer? Durante la fecundación, parte del ADN paterno pasa a formar parte del embrión y, esa porción debería generar en el cuerpo materno un rechazo y un ataque del sistema inmunológico para lograr su expulsión. Sin embargo, la sabiduría del organismo lleva a que en la mayoría de los casos, el sistema inmune funcione adecuadamente y esto no suceda, permitiendo el nacimiento del bebé.
Para lograr el embarazo y que llegue a término es necesario tener un embrión viable, un endometrio receptivo y una mujer capaz de llevar adelante el embarazo. Muchas veces, quizás en más de la mitad de los casos, cuanta más edad tenga la mujer, la responsabilidad de la no implantación, o de no llegar a término, es debida al embrión. Esto es comprobable en el laboratorio: cuando se realiza una Fertilización in Vitro puede verse que a los 35 años el 50% de los embriones obtenidos son malformados, a los 38 años, el 65% y a los 40 años el 80% lo son, y sin embargo nacen muy pocos bebés malformados, porque la naturaleza los detiene, en general, antes del 5º día de desarrollo, otros continúan un poco más y se detienen durante el embarazo, mayormente antes del tercer mes.
Pero la implantación del embrión en el endometrio (revestimiento interior del útero) es un momento clave y es la culminación de pasos previos que tienen que darse a la perfección para que esto ocurra y en ella, intervienen la mente, el cerebro, el sistema nervioso, el sistema inmunológico, el hematológico y el endocrinológico. Algo conocido como psico-neuro-inmuno-endocrinología, a la que con justo motivo habría que agregar el sistema hematológico y podríamos llamar: psiconeuroinmunohematoendocrinología. Todos estos sistemas forman una red que interactúa por mecanismos de retroalimentación positivos y negativos, haciendo que la falla en cualquier nivel pueda llegar a afectar a la implantación, o quizás deteniendo un embarazo más adelante o predisponiendo a la aparición de distintas patologías durante el embarazo (hipertensión, preclampsia, retardo de crecimiento o hasta la muerte intrauterina del feto).
El proceso de implantación
La implantación no es un fenómeno pasivo, en el que el embrión se incrusta en el endometrio sino que es producto de un diálogo que se produce por medio de sustancias y receptores.
El endometrio cambia día a día en el ciclo, al ritmo del cambio en el nivel de las hormonas. Del nivel adecuado de los estrógenos y progesterona y de la relación adecuada entre ambas hormonas es que el embrión depende para implantar en el período denominado “ventana de implantación”, del día 5 al 8 post ovulación. Si el nivel de estas hormonas es el adecuado, van a actuar haciendo que en el endometrio actúe una población de células blancas, las principales se denominan “natural killers”- asesinas naturales- que deben estar en una determinada cantidad y proporción adecuada para que el organismo no identifique a ese embrión como un cuerpo extraño y lo rechace. Es importante tener en cuenta que el embrión esta constituido también por lo que aportó el espermatozoide y por lo tanto el cuerpo de la mujer, como lo hace con todo lo ajeno, lo rechazaría, pero estas células generan un equilibrio que lo impide. Es decir el normal funcionamiento inmunológico depende del normal funcionamiento endocrinológico. Si la fecundación no tiene lugar y el endometrio preparado no recibe ningún embrión sobrevendrá la menstruación y comenzará un nuevo ciclo, y así todos los meses.
La armonía entre todos los sistemas del organismo tiene que ser el adecuado porque cuando alguno esta alterado, por sí solo, o actúan inadecuadamente sobre los demás, puede afectar a la normal implantación. El stress, los pensamientos negativos, las creencias, pueden actuar y afectar el normal funcionamiento del cuerpo, y de allí la importancia de trabajar sobre la mente para revertir situaciones y lograr que el cuerpo –y todos sus sistemas interrelacionados- funcione como debería.
A todo esto debería incluirse lo hematológico. Ya sea en el estudio de trombofilias, que pueden afectar la normal implantación del embrión, o por inmunología, que si presenta determinada alteración, también afecte el curso de ese embrión. Ahora, ¿por qué debería incluirse lo hematológico? La sangre circula líquida debido al equilibrio entre los factores procoagulantes (que la espesan) y los factores anticoagulantes (que la hacen más fluida). Si predominan los factores procoagulantes la sangre –que lleva los nutrientes- sería “más espesa” y vería dificultada su circulación por los vasos sanguíneos sumamente delgados que genera el embrión en su invasión en el endometrio, afectando su nutrición y por lo tanto, la normal implantación. Esto es lo que ocurre cuando la mujer presenta alguna de las trombofilias, que pueden afectar la implantación, ser causal de abortos en el primer trimestre o de patologías en el embarazo más avanzado. De allí que las trombofilias deben ser descartadas cuando existan sospechas de problemas en la implantación o abortos previos o antecedentes de patologías cardiovasculares o patologías del embarazo en la familia.
La mujer puede presentar una alteración inmunológica sistémica (a nivel general), que no se refleje en el endometrio y no afectará la implantación, o que se refleje y por ende, afectarla. Pero puede haber una alteración local en el endometrio y no sistémica, y afectar a la implantación. Es por eso que el estudio inmunológico, según el caso, debe realizarse a nivel general y también local. Hoy en día disponemos de herramientas –medicación- para actuar según la alteración detectada.
El diagnóstico correcto es la base de un buen tratamiento, más aún cuando disponemos de diferentes tratamientos, según el caso. El trabajo interdisciplinario con un enfoque holístico (integrador) dará las mayores posibilidades de lograr un embrión que implante y continúe desarrollándose en el marco de un embarazo normal.