El lenguaje corporal es probablemente el arma de comunicación más poderosa. Éste viene predeterminado en nuestro cerebro y nos transmite de forma inconsciente mucha más información de la que creemos. Por ello, debemos de tener especial cuidado en nuestra postura cuando entablamos una conversación profesional –o personal-.
Este lenguaje ha sido estudiado por las universidades más importantes del mundo, sin embargo todas coinciden en que mostramos un lenguaje corporal definido por lo que nuestro interlocutor nos transmite. Es decir, alegría, tedio o rabia, entre otros sentimientos.
Así, si es tan importante, ¿cómo transmitir la mejor imagen? Pues bien, una de las grandes bazas con las que juega nuestro cuerpo son los brazos. De hecho se distinguen dos posturas dependiendo de la posición de estos: poderosas y exánimes. Las primeras son las que nuestro cuerpo expande nuestros miembros superiores haciendo ver que tenemos mucho que ofrecer: atención, ganas o interés; mientras, el segundo grupo es el que se identifica por unos brazos cruzados que transmiten poco compromiso, hastío o una personalidad introvertida.
Esto podría tener una explicación científica: las hormonas de la testosterona –la que se ocupa de nuestra energía- y el cortisol –que se ocupa del estrés- son las que se ocupan de que nuestros brazos puedan comunicar por nosotros.
¿Cómo mejorar este mensaje corporal? Tendrás que centrarte en la posición de tus pies y alinearte con ellos, sonreír, practicar las posiciones “poderosas” y hacer que tu voz resuene más fuerte con una respiración correcta.
Estos factores pueden ayudarte a solventar tu “postura negativa” la cual puede ir en contra de tu mensaje verbal, lo que sería una hándicap a tener en cuenta en reuniones o entrevistas laborales.