Ya llevamos unas cuantas semanas de 2017 y seguro que la papelera de buenos propósitos ya ha empezado a llenarse. En ella podemos encontrar ese maldito cigarrillo, alguna excusa barata para saltarse el gimnasio o cualquier pretexto para no cumplir esa promesa que nos hicimos al iniciar el año.
Además, este fin de año la mayoría de medios del sector, artículos de opinión, predicciones de tendencias y redes sociales han ido llenos de otro tipo de propósito, el Propósito de Marca.
Pero, ¿Qué es esto del Propósito de Marca?
Podríamos definir al propósito de marca como la verdadera razón de ser de la marca, el motivo por el cual existe, para qué y por qué está en el mercado. Un motivo que suele ir vinculado al valor que la marca aporta al individuo, sociedad y/o planeta más allá del simple ejercicio de hacer dinero.
(“Crear un mejor día a día” (Ikea), “inspirar al atleta que hay en nosotros” (Nike), “autoestima y belleza real” (Dove), “contribuir a la nutrición, salud y bienestar de las personas” (Nestlé), “lograr un crecimiento sostenible, dejando una huella positiva en la sociedad y medioambiente” (PepsiCo) son ejemplos de propósitos de marca).
¿Y qué aporta tener un Propósito de marca?
Tener un Propósito definido nos ayuda a entender el por qué y para qué existe la marca, y por lo tanto, nos permite tener una brújula que guíe y marque nuestro comportamiento, decisiones y maneras de hacer, aportando coherencia y sentido a todos nuestros actos.
Tener un Propósito relevante impacta positivamente en nuestra imagen y reputación, y lo más importante, estamos hablando de un impacto sustentado en la confianza, credibilidad, transparencia y honestidad (valores a la baja actualmente) que implica actuar bajo la brújula de nuestro Propósito.
Tener un Propósito claro hace que nuestros esfuerzos, inversiones y desarrollos de productos, servicios y operaciones se orienten hacia la consecución de dicho Propósito, fomentando así la innovación significativa.
Tener un Propósito conocido y compartido con nuestros consumidores permite crear relaciones relevantes con ellos. Conexiones superiores basada en valores y en una visión similar del mundo que nos rodea, fomentando la colaboración y generando preferencia, amor y lealtad hacia nuestra marca.
Tener un Propósito conocido y compartido con nuestros empleados y colaboradores puede generar resultados increíbles en materia de motivación, orgullo de pertenencia, contribución e incluso creación de embajadores de marca. Resultados basados en el potencial de saber y sentirse parte de una empresa con la que se comparten valores y que tiene una razón de ser que va más allá de simplemente hacer dinero.
Pero…
Tener un Propósito de marca no sirve de nada si se queda en una simple declaración de intenciones colgada de la pared de nuestra oficina o en una pestaña de nuestra web.
Debemos ser capaces de tangibilizar nuestro Propósito, darle vida y llevarlo a cabo en todas nuestras decisiones y acciones del día a día, ya sean de producto, servicio, operaciones y/o relaciones con nuestro entorno y grupos de interés. Si no es así, lo único que conseguiremos es llenar aún más la papelera de buenos propósitos y sobretodo, actuar contra nuestra marca.
Fuente: Puro Marketing