Todo aquel que haya trabajado en el mundo de la publicidad o que haya tenido algún tipo de contacto sabe que consiste, básicamente, en la lucha constante entre un equipo creativo con ideas a su parecer geniales pero que acaban en aguas de borrajas por las continuas quejas y cambios de sus clientes.
Este tira y afloja constante ha llevado a la victimización de los creativos considerados ya como los esclavos de los arrogantes clientes que echan por tierra todos sus esfuerzos, su trabajo y aun encima siempre en el último momento.
Pero, ¿sabe qué? Todo esto son solo excusas. La verdad que se esconde detrás de las constantes quejas de los publicistas se corresponde a la escasa relación existente entre cliente y creativo basada en la desconfianza y poca comunicación; a unos procesos creativos desestructurados y falta de reuniones o bien, a la cerrazón (por no decir soberbia) de algunos creativos que se niegan a escuchar por considerar que nadie mejor que ellos saben hacer su trabajo.
Con este panorama, es realmente complicado trabajar. Sin embargo, y aunque no podrá evitar encontrarse con clientes quisquillosos que seguramente le harán la vida imposible, siempre puede intentar pasar de una relación de tensión a una de colaboración. ¿Cómo? Siguiendo estas 4 pautas:
1. Presentar ideas cada vez que haya reuniones con el cliente
Aunque posiblemente la mayoría de ellas terminen en la papelera, comunicar al cliente algunas propuestas e ideas que traten de resolver alguno de los problemas es una manera de construir confianza entre ambos y quién sabe si de esa idea puede surgir “la” idea.
2. Ninguna idea es demasiado valiosa, lo es el equipo creativo
El vínculo casi emocional que establecen los creativos con sus ideas, resulta a veces complicado de romper.
Pero cuando una idea es mala hay que comunicarlo a pesar de poder herir los sentimientos del creador, es parte del proceso.
3. No hacer esperar al cliente
Lo más frecuente en el mundo publicitario es tener escasas reuniones con el cliente y comunicarle las ideas cuando ya están creadas, definidas y listas para hacerlas públicas.
Sin embargo, esto a lo único que conduce es a que el cliente se impaciente y haga mayor presión sobre los equipos.
Optar por comunicar las ideas a medida que vayan cogiendo forma, de manera más frecuente y sobre todo, hacer entender al cliente el porqué y el origen de la misma, le ahorrará muchos disgustos. Se trata de compartir las ideas, no de venderlas.
4. Escuchar
Es una de las principales quejas de los clientes y no hay nada que hiera más sus sentimientos que no escucharle. Hágale saber que su comunicación es activa y atenta, anote sus ideas y comentarios (aunque no sean de su agrado), mírele a los ojos.
Solo así se podrá crear un proceso creativo y unas rutinas de trabajo en las que todas las partes implicadas mantendrán una relación de colaboración.