Las pymes enfrentan problemas que son transversales a todas las áreas: falta de recursos, presupuestos exiguos, estructura acotada, personal multifunción… Así, cuando debe dedicarse a aspectos cruciales para su negocio, como ser la implementación de nuevas tecnologías, la búsqueda de nuevo talento o la definición de una campaña de marketing, todo queda supeditado a que haya alguien que pueda ocuparse del tema. En este mismo escenario ingresa la logística.
Sin embargo, este mundo globalizado y apoyado en la innovación está rompiendo esas barreras que, en muchos casos, son en la actualidad meramente culturales. En los últimos años, en muchos campos, se democratizó el acceso a los recursos que habilitan mayor rentabilidad, más eficiencia, más competitividad, al punto que una pyme puede tener lo mismo que una gran empresa, algo que era impensado hace apenas una década. La tecnología, por ejemplo, se inscribe en esta realidad: la computación en la nube, con su modelo de pago por uso y la no necesidad de montar una infraestructura tecnológica propia, con el gasto en términos de recursos y de dinero que eso involucraba, habilitó a las compañías de menor porte a adquirir y utilizar herramientas de software world class con la misma funcionalidad que obtienen las grandes corporaciones. Una revolución similar está ocurriendo en materia logística.
La principal tendencia en este terreno es la tercerización: el problema para la pyme no debería ser si le corresponden pagar más o menos para resolver sus cuestiones logísticas, sino variabilizar sus costos y hacer flexible los recursos en función de la necesidad que le genera su demanda. De esto se trata, no de “ahorrar unos pesos”, sino, simplemente, de pagar solo por lo que se usa. Así, cuando los negocios vienen débiles, los costos fijos no representan un peligro. Y cuando se experimenta un crecimiento, los recursos no se constituyen en un límite.
El socio adecuado
A la hora de elegir el socio estratégico que lo acompañe en este camino, la pyme debe analizar que tenga experiencia probadas y exitosa, que pueda integrarse tanto en los procedimientos como en la tecnología de la empresa, que su trayectoria sea transparente, que esté alineado con las necesidades de la pyme y, por sobre todo, que pueda demostrar capacidad de comunicación y versatilidad a la hora de implementar y de sortear las dificultades que se vayan presentando.
Quedan, por supuesto, numerosas barreras por derribar. Para empezar, el bloqueo cultural que muchas pymes sienten cuando se enfrentan a lo nuevo o a lo alternativo. Las pequeñas y medianas empresas están muy acostumbradas a lo conocido, a lo que funciona y a lo que el cliente demanda. Esto es independiente de si se trata de una buena práctica o de si es eficiente. Es un contexto muy difícil para el cambio, ya sea por falta de todo tipo de recursos o por miedo al fracaso.
Ante una innovación, el empresario de la pequeña empresa, asentado en su zona de confort, suele preocuparse por cuánto le costará o qué problemas le traerá antes que analizar cuáles son los beneficios potenciales que anidan en esa oportunidad. La principal ironía es que las pymes, en contraposición con esta inacción, son una “gran demanda” en potencia: necesitan absolutamente de todo. Pero para poder acceder a todo eso que requieren, deben primero reconocer la necesidad y buscar soluciones. En materia logística existen diversas formas alternativas de operar, que no solo pueden significar una mejora en los resultados, sino un ahorro de dinero y lo más atractivo para la pequeña y mediana empresa: escalabilidad. Está todo al alcance de las manos: lo único que hace falta es que se decidan a romper con lo conocido y se atrevan a innovar.
Por otra parte, la estructura acotada a la que se hacía referencia al principio del texto atenta contra la investigación: ¿Cómo puede una empresa chica destinar una persona, con la escasez que sufre, a analizar qué está ocurriendo en el mercado, cuáles son las tendencias, qué de todo lo nuevo que está surgiendo puede reportar ventajas competitivas? Es más común de lo que debería ser que los progresos que alcanza una pyme surgen de haber conocido la novedad en un proceso de boca a boca, por una referencia familiar o de algún colega en la misma situación, cuando lo ideal sería que dentro de la propia estructura organizacional se fomentara el research, aún en pequeña escala. Otro escenario negativo se produce cuando existe capacitación, hay acceso a la información, pero, irónicamente, nada de eso llega a la dirección de la pyme.
Nativas digitales
Existe una fuerte excepción a este modelo de empresa: los emprendimientos nuevos y los startups, aún los unipersonales, en particular aquellos que están vinculados a la tecnología o al comercio electrónico, suelen operar y demandar como empresas grandes a la hora de gestionar sus procesos. Caracterizados como “nativos digitales”, o surgen ya con el conocimiento (porque sus líderes lo traen de su formación o de sus experiencias anteriores) o tienen los medios para informarse y saber cómo resolver las cuestiones de la mejor manera posible. Estas, que se consolidan en el mercado como las pymes del futuro, ya comprenden los beneficios de contar con estrategias logísticas que apunten a la eficiencia, la optimización de inventarios y, en definitiva, la mejor calidad de servicio y una mayor rentabilidad.
Las pymes, en particular las tradicionales, deben mentalizarse de una vez por todas que no se trata de una cuestión de tamaño: cualquier empresa puede gestionar su logística como lo hace una gran corporación. En la actualidad existen los medios y la información para que esto suceda. Y ni siquiera es necesario desangran un presupuesto ni asignar veinte personas a la tarea: solo hacen falta tiempo (que también escasea, es cierto), voluntad, capacidad y actitud para convertirlo en realidad.