A diario solemos escuchar que tal pieza tiene tantos años y muchos suponen que por su vejez ya debería ser tomada como patrimonio. ¿Es así de simple definir qué debemos conservar y qué desechar? ¿Cómo sabemos qué es antiguo y qué simplemente viejo?
La arquitectura metropolitana es una muestra de las culturas que se desarrollan, en ella se expresan los estilos de vida, las creencias, las ideologías. La arquitectura le da identidad a la ciudad, en algunos casos adaptándose al ambiente natural y en otros modificándolo según políticas de intervención que son definidas por el Estado.
Siguiendo este pensamiento, podemos afirmar que no todo lo viejo es digno de conservarse, pues no significa que sea valioso ni representativo de una época. Si mantenemos piezas viejas no solo malgastamos recursos económicos, sino que a su vez no dejamos espacio para que surjan nuevas muestras de creatividad.
¿Qué debe tener una edificación para tener ese valor extra? Por empezar, debe ser posible de recuperar, funcionalmente tiene que ser apta para este momento y no para 1850. En la Ciudad de Buenos Aires, el código estipula que las construcciones previas a 1941 deben ser vistas por una comisión que decide si ese edificio tiene consecuencias patrimoniales, si es recuperable o intocable. Así, los arquitectos deben buscar las soluciones adecuadas para remodelar y actualizar los interiores mientras preservan las fachadas. En estos casos es interesante ver cómo logran convivir en una misma pieza lo contemporáneo y lo antiguo.
En las grandes ciudades del mundo estas prácticas son habituales, pues buscan apuntalar los frentes y adecuar el interior a las necesidades de la vida moderna. Un ejemplo claro de lo valioso que es preservar el patrimonio es Italia, país que perdería todas las ganancias que consigue gracias al turismo que va a aquellas tierras a ver los restos de la historia. Eso no significa que no se construya en Roma, los edificios modernos están afuera de la ciudad.
En la Capital Federal hay ejemplos concretos que demuestran que una buena gestión da resultados. En La Boca, un barrio tradicional y porteño, frente al Riachuelo está la Fundación PROA, que luego de su remodelación mantuvo su perfil pero ganó en funcionalidad.
En el punto contrario, están los edificios que por ser catalogados como importantes para conservar el aspecto de la ciudad no pueden ser tocados y esto ocasiona una pérdida monetaria. En este sentido, se debería buscar una legislación que subsidie una diferencia de valor en los edificios catalogados.
Toda acción sobre el perfil de la ciudad dejará una huella, hay que tener criterio y sentido común para avanzar sin descuidar aquello que nos formó durante años.