Los Fondos de Private Equity (o Capital Privado) son intermediarios financieros especializados en el financiamiento de empresas a las puertas de grandes crecimientos o que necesitan un “turnaround” gerencial.
En español se los conoce como “Fondos de Capital de Riesgo”, lo que indirectamente los agrupa con los Fondos de Venture Capital, que financian a su vez nuevos emprendimientos. La diferencia entre uno y otro estriba en que el Private Equity se dirige a empresas ya establecidas y con una mayor historia que el Venture Capital.
Es importante entender que Private Equity no es financiamiento bancario. Al invertir en capital, el fondo asume riesgos que ningún banco tomaría. Por tanto, el costo de esta fuente de financiamiento no debe ser comparado con la tasa de interés de un préstamo bancario.
En realidad, la empresa primero debe decidir su estructura de capital, es decir, la proporción de deuda y de capital que desea tener. Los fondos de private equity son, simplemente, una potencial fuente de capital, mas no de deuda. Dado que asumen un mayor riesgo que el banco, su retorno esperado también será mayor.
Private equity tampoco es una llave que la empresa puede abrir cada vez que necesite recursos frescos. Una vez que el fondo invierte en una compañía, las inversiones subsiguientes quedan limitadas por la disponibilidad de fondos, los resultados obtenidos en la inversión inicial, el tiempo restante de vida del fondo, etc.
Finalmente, tampoco es un juego de azar. Si bien típicamente las inversiones realizadas tendrán un riesgo relativamente alto (y un retorno esperado acorde), el fondo diversifica el mismo al invertir en un portafolio de compañías.
Entonces, ¿qué es private equity?
Es una inversión en una participación minoritaria del capital de la empresa, hecha con un horizonte de mediano a largo plazo (entre tres y diez años) y dirigida a incrementar el valor del negocio.
Al invertir en acciones, el fondo asume riesgos similares a los de los accionistas. El horizonte definido de inversión significa que el fondo necesita una estrategia de salida de la misma al final del plazo establecido.
Por tanto, el empresario debe estar dispuesto a recomprar al fondo su participación; permitirle venderla a un tercero; o acceder a que se venda la totalidad de la compañía a un tercero.
Por otro lado, el fondo de private equity le agrega valor a la compañía, no sólo con su inversión, sino también con una participación activa en la Junta Directiva. Desde allí puede usar su experiencia y redes de contactos para contribuir al progreso de la empresa. Esta colaboración puede tomar varias formas: transferencia de conocimientos, asesoría profesional, apoyo con proveedores, clientes o entidades gubernamentales, ayuda en la consecución de alianzas estratégicas, etc…
Barreras a la inversión de private equity
Las barreras más comunes a una inversión de private equity son de dos tipos: falta de información confiable, y aversión a compartir el control de la empresa con otro inversionista.
Muchas empresas no utilizan auditores externos que certifiquen la veracidad de su información contable, dificultando cualquier evaluación que el inversionista (en este caso, el fondo) quiera hacer sobre la situación actual de la compañía.
Esto dificulta las negociaciones (en particular el tema de la valoración de la empresa). Si bien la valuación misma depende de los flujos de caja que el negocio pueda generar a futuro, en la práctica es necesario tener un punto de partida común. De lo contrario, pueden surgir diferencias irreconciliables.
El tema de control es particularmente importante en América Latina debido a las debilidades del marco legal, en particular, la escasa protección ofrecida a los inversionistas minoritarios.
Pero, si la inversión de private equity es generalmente minoritaria, entonces esto afectaría más al fondo de inversión que a los dueños iniciales. Y no hay que olvidar que uno de los activos más importantes que tiene un administrador de fondo es su reputación: un administrador que se aproveche de un empresario no recibirá nuevos ofrecimientos de inversión, porque ningún empresario querrá hacer negocios con él.
Al contrario de la creencia popular, los administradores de private equity no invierten su propio dinero, sino lo que han logrado recaudar de inversionistas deseosos de colocar una parte de sus fondos en inversiones relativamente ilíquidas de alto riesgo y alto retorno esperado.
Además, para evitar comportamientos inadecuados, los fondos típicamente tienen una duración definida, al final de la cual deben ser liquidados. La vida promedio de un fondo es de diez años, al final de la cual deben venderse todas las inversiones y distribuirse entre los inversionistas su participación correspondiente una vez descontadas las comisiones del administrador (si las hubiere). Si el administrador quiere seguir en el negocio, necesita convencer a los inversionistas que le vuelvan a proveer de fondos.
Las tres etapas del private equity
Esta organización define un ciclo con tres etapas claramente diferenciadas. La primera es la recaudación de fondos. Para ello el administrador usará su experiencia como el principal argumento, incluyendo los retornos obtenidos en inversiones o fondos anteriores.
Una vez cerrado el fondo, el administrador debe buscar y evaluar proyectos o empresas para decidir en cuáles invertir. Pero su trabajo no termina allí.
Como se mencionó anteriormente, el administrador no sólo debe monitorear el desempeño de su inversión, sino también contribuir activamente a la mejora constante del mismo.
Llegado el momento adecuado (o el final de la vida del fondo) necesita encontrar una forma de vender su posición en la empresa.
A diferencia de otros inversionistas, un fondo de private equity realiza sus utilidades a través de las ganancias de capital, es decir, el diferencial entre el precio por acción al cual invirtió y al que vende.
Su objetivo, entonces, consiste en hacer todo lo posible para incrementar el valor de las empresas en las que invierte. En la medida en que ese también sea el interés de los dueños iniciales, los incentivos de ambas partes estarán alineados, y los intereses de la empresa prevalecerán sobre los individuales, contribuyendo de esta forma a la creación de valor en el largo plazo.