El marketing es un proceso que comienza con el análisis y la definición de los potenciales compradores. Después, el esfuerzo para capturar la atención de estos compradores y establecer el mejor sistema para conseguir que los clientes acepten los conceptos o propuestas que se ofrecen.
Marketing también es el proceso para lograr que los clientes tomen la decisión de compra a nuestro favor, para mantener la posición de la empresa y mejorar tu rendimiento en los mercados.
Supone la creación de una poderosa máquina que envuelve al cliente como en un remolino invisible, buscando su dinero, su fidelidad, su tiempo y sus ganas, con diversos medios de persuasión para mover su decisión de compra. Una poderosa máquina que pretende enseñar a cómo comprar y la forma de gastar, intentando evitar que el comprador desempeñe el papel de rebelde. A través del marketing se puede llegar a evangelizar y a elegir carrera.
Incluso condiciona cuando alguien decide no hacer nada.
No hay como escapar
El marketing produce una avalancha de opiniones en los cerebros de los consumidores. Quiere decir lo que es mejor hacer y pensar. No hay ya casi nada espontáneo en lo que no entre el marketing.
Dice lo que es correcto o incorrecto. Qué está de moda o pasado. Qué es lo marginal y lo que es principal. Qué es una buena idea y la que es mala. Lo que se considera arte o quién es el mejor candidato.
¿Cómo responder?
Todos estamos expuestos a la intoxicación. El marketing busca hacernos adictos y hace todo lo posible para conseguirlo. Aunque queramos escapar, difícilmente podemos. Posiblemente, la única manera (y no es muy recomendable) sea envejeciendo al crear un perpetuo estado de negación.
Fíjate si será poderosa la máquina, que nos convence de que estamos deprimidos para, a continuación, proporcionarnos el tratamiento de los síntomas y los medicamentos; o nos quiere hacer pensar que el poder, el estilo o el atractivo son transferibles, a través de los coches o de los perfumes.
Cada uno de sus ingredientes son pequeñas máquinas “de continuidad”. Reiterativos y presentes a través de los esfuerzos constantes, son, al final, como máquinas para sobrevivir. Estos elementos se encuentran en el centro del éxito de cada campaña. Antes de que lo sepamos (y muchas veces no lo sabemos), estamos enganchados a la adicción.
La mejor defensa pues, y esta es más positiva que la comentada anteriormente, es programar nuestro cerebro para que sea consciente de nuestras respuestas adecuadas, opiniones y sentimientos.
Mientras nos dejemos llevar, el marketing trazará nuestras respuestas hacia productos, servicios o ideologías. ¿Quién soy yo para cuestionarlo? Esta es la excusa de los adictos y la prueba de que la comercialización está funcionando como debe.
No entres en la confusión
A pesar de ver reiterativamente las mismas imágenes y escuchar repetidamente los mismos argumentos, haz el duro trabajo de discernir lo útil de lo inútil, lo necesario de lo prescindible. Tienes que poner en cuestión y en duda una buena parte de lo que el marketing cuenta.
Ahora en la crisis económica, cuando el flujo de caja se ha ralentizado o incluso parado, es un buen momento. Hay que seguir consumiendo, pero más por necesidad que por deseo. Hay que gastar más racionalmente y resistir las tentaciones a las que permanentemente te invitan. Hay que encontrar las verdaderas razones de la compra.
Dicho todo esto y en realidad, el marketing no es ni bueno ni malo en sí mismo. Es cuestión de nosotros el darle, especialmente ahora, la adecuada respuesta. En manos de gente bien intencionada, el marketing es la base sobre la cual se construye el progreso. Un fuerte equipo de marketing está en el corazón de cada reforma y evolución, pues el marketing es el proceso de gestión responsable para identificar, anticipar y satisfacer las necesidades de los consumidores.