Tiempo atrás, los trabajadores estaban orgullosos de trabajar en la misma empresa toda la vida. Aprendían oficios, creaban amistades y se ganaban una “segunda familia”. Con el tiempo, los cambios en las necesidades de la masa laboral llevaron a que en la actualidad, quienes ingresan a trabajar no esperen hacerlo en el mismo lugar por mucho tiempo. Lo atractivo hoy es ir sumando experiencias y adoptando nuevos desafíos, especialmente en los jóvenes, que son los que empujan estos cambios.
Las organizaciones se fueron adaptando a estas nuevas formas y buscan constantemente volverse atractivas para los profesionales. Pero también están las empresas que, adaptándose a las nuevas reglas de juego, todavía rescatan el valor que tiene “hacer escuela” dentro de la organización, formar a los empleados y darles oportunidades para que vayan creciendo junto a la firma.
Ángel Peralta es gerente de producción en Fontenla, empresa dedicada a la producción de muebles de alta gama. Si bien hoy ocupa un cargo gerencial, cuando ingresó a la organización, hace 22 años, lo hizo como aprendiz. Aunque ya contaba con experiencia en el tema siguió aprendiendo los secretos del oficio, a trabajar con nuevas máquinas y a tener gente a su cargo. Finalmente, luego de ser capataz del área de carpintería, cuando hubo que cubrir el puesto de jefe de fábrica, la empresa optó por darle la oportunidad a él y apostar a alguien que se hubo formado internamente, antes de mirar “afuera”.
Pero el caso de Ángel no es el único de este estilo en Fontenla. En su planta de producción, que cuenta con alrededor de 140 empleados, hay algunos que ya han superado los 30 años de experiencia en la compañía. Algunos, incluso, han empezado como empleados en el área de maestranza y hoy son oficiales que pueden leer un plano y armar cualquier mueble, gracias a la capacitación que tienen en la empresa.
Esta modalidad de capacitación está en marcha desde el 2001. Al día de hoy ya se han formado cerca de 70 nuevos profesionales que trabajan dentro de la misma empresa.
El plan propone la formación de especialistas en oficios que han sido olvidados por la industrialización. Pero en el marco de los cuidados de producción de las piezas de Fontenla -que incluyen artículos tan delicados como los del Teatro Colón o la recuperación de mobiliario del Hotel Provincial de Mar del Plata-, la tarea artesanal a mano de diferentes etapas de la construcción de mueble, se vuelve una herramienta laboral indispensable.
“La empresa contrata jóvenes de entre 18 y 30 años, sin experiencia previa en el rubro -explica Roberto Fontenla, Presidente de la firma-. Se los incorpora a la fábrica como peones, y se los va evaluando según su predisposición, ganas de aprender y destrezas. Paulatinamente se los asigna a un sector determinado donde trabajan como ayudantes y tienen un “padrino”, que es un “oficial” ya entrenado en la disciplina”.
El padrino lo toma “bajo su ala” para entrenarlo mientras trabajan. La formación completa dura dos años. En ese tiempo se le van asignando diferentes tareas cada vez más complejas, y se les brindan seminarios sobre calidad total, limpieza en el oficio, cómo tratar al mueble y otros temas.
Uno podría pensar que este tipo de atributo en una organización es más valorado por las personas de mayor edad, quienes buscan preferentemente tener seguridad y estabilidad laboral. Sin embargo, en el caso de Fontenla, un 40% de los empleados de la fábrica son jóvenes, entre 18 y 30 años y muchos de ellos hoy ya arman muebles, a pesar de haber ingresado sin experiencia previa. Y en eso tiene que ver mucho con la enseñanza del capataz. Uno puede venir con poco, mucho o ningún conocimiento pero siempre puede aprender.
“Mis capataces me enseñaron muchísimo y yo siempre preguntaba” afirma Ángel. “Quizás en ese momento parecía que era una pérdida de tiempo, pero el tiempo demostró que no fue así. Soy una persona que tiene hecho hasta séptimo grado. No sabia leer planos, pero me preocupé mucho por aprender todo lo que pude. Hoy me das cualquier plano y lo leo sin ningún problema. Son cosas que me fui proponiendo y la empresa me dejaba aprender. Nunca voy a dejar de agradecer a la empresa por haberme dado esta oportunidad”.
Para la empresa, un empleado formado internamente tiene mucho valor porque ha internalizado la cultura de la organización,y conoce muy bien la forma en que se ha de trabajar. “El gran beneficio de este sistema es que el empleado se hace a la medida de la empresa, con mucha calidad. Una persona que aprende a trabajar muy bien acá, luego puede trabajar en cualquier lado”, agrega Fontenla.
Cuando un nuevo empleado empieza, a los dos o tres meses ya se puede dar cuenta si le gusta el trabajo que está haciendo. Y si eso pasa, se le empiezan a ofrecer oportunidades: armado, pre-armado, etc. Se va instruyendo a la gente en el oficio además de la cultura de la empresa.
Las áreas productivas en las que se divide la fábrica son: tapicería, lustre, carpintería, silletería, armado y expedición, además de costurería, que está integrado por dos mujeres. Y en todas las áreas hay personal formado en la escuela interna. Hoy hay algunas secciones donde el 70 por ciento del personal fue formado por la empresa.
Todos los sectores tienen dos personas a cargo: el encargado y su ayudante. El resto son operarios que tienen diferentes niveles expertise y que se van especializando en las tareas de su sector que son de gran variedad. Quienes tienen los puestos más altos, son por lo general aquellos que tienen conocimiento y experiencia de todas las tareas que se hacen en el sector. Por ejemplo, el capataz de expedición también ordenaba y embalaba, fue chofer y hoy en día es encargado de ese sector. El encargado de lustre también fue operario, ayudante de encargado y encargado.
Reproducir el modelo
Cuando Ángel se convirtió en gerente de producción le tocó sugerir quién ocuparía su puesto anterior, que quedaba vacante en el área de carpintería. Propuso que, en vez de que el área tuviera un capataz y un asistente, tuviera dos capataces. Y la propuesta fue bien recibida por los directivos de Fontenla. Ezequiel fue una de las personas sugeridas para el cargo y a quien se le dio la oportunidad. Él, al igual que Ángel, se formó en la empresa.
Ezequiel entró a trabajar en Fontenla en el 2005 cuando tenía 20 años. Empezó como aprendiz y dos años después tuvo la oportunidad de ser ayudante de Ángel. Con él, además de fortalecer las competencias técnicas, aprendió a desarrollar habilidades para liderar equipos de trabajo, es decir, tratar con personas, que suele ser más difícil que armar un mueble porque no hay modelos establecidos.
Ezequiel viene de una familia que está relacionada con el oficio: su papá es carpintero y también fue capataz en Fontenla, así que antes de ingresar ya tenía conocimientos del tema. Pero en esa época, a diferencia de ahora, había muy poca gente joven. Había gente más grande y experimentada. Ahora eso cambió: entró una gran camada de chicos jóvenes que día a día están aprendiendo el oficio.
“La gente joven viene con muchas ganas de aprender. Más de uno ya ha dejado de ser peón para pasar a ser medio oficial”, y agrega: “Para cualquier oficio, no hay nada mejor que aprender con la práctica misma. Yo tenía muchas ganas de aprender y lo supe aprovechar. Sigo con ganas de crecer en esta empresa que ya es como mi segunda casa, aprendiendo cosas, siempre dentro del mismo rubro”.