La atención puede definirse como una cualidad de la percepción. Es una especie de llave hacia la memoria y funciona como un filtro de los estímulos que una persona recibe del medio ambiente: selecciona los que son más relevantes y establece prioridades.
Por ejemplo, si a ti te interesa la pesca, seguramente registrarás información sobre el tema: noticias, documentales, revistas, etc. Si no te interesa, lo más probable es que no registres prácticamente nada de lo que se diga o publique sobre esta actividad.
Con relación a la concentración, que también es un insumo imprescindible para la memoria, es importante establecer las siguientes diferencias:
- Prestar atención significa aplicar la mente a un objetivo en particular.
- Concentrarse significa mantener la atención en forma prolongada en dicho objetivo.
Continuando con el ejemplo: cuando registras una librería especializada en publicaciones sobre pesca, utilizas tus mecanismos cerebrales de atención; cuando lees detenidamente el libro que has comprado y no tienes idea de lo que ocurre a tu alrededor, estás utilizando tu habilidad de concentración.
Tal como se desprende del ejemplo, el mundo que nos rodea está repleto de estímulos. Sin embargo, solo atendemos aquellos que son relevantes para nosotros (determinantes internos) o los que es imposible que nos pasen desapercibidos (determinantes externos).
Entre los primeros se encuentran todos los hechos, personas, objetos, lugares, etc., que nos interesan particularmente. Entre los segundos, lo inesperado. Por ejemplo, un ruido insoportable o un corte en la calle que nos obligue a focalizar “selectivamente” la conciencia y observar lo que está ocurriendo.
Como se puede ver, la atención depende de la percepción. En ese sentido, es un fenómeno que filtra constantemente la información sensorial que recibimos, y lo hace en función de determinantes mayoritariamente internos.
La motivación puede definirse como una especie de motor neurofisiológico que desencadena una conducta orientada a un fin determinado, normalmente la obtención de un logro o un beneficio. Es uno de los fenómenos más visibles en las personas exitosas, cuya fuerza las impulsa a vencer los obstáculos que se les van presentando hasta alcanzar sus objetivos una y otra vez.
A nivel cerebral, la satisfacción asociada al alcance de las metas activa el sistema de recompensas, generando la liberación de un neurotransmisor, la dopamina. Ello provoca una sensación de bienestar interior, placer y optimismo que se convierte en una especie de círculo virtuoso, ya que renueva el entusiasmo y, consecuentemente, refuerza la motivación.
En algunos casos, la actividad de las neuronas dopaminérgicas es de tal intensidad que emplaza emociones positivas en forma perdurable. Esta es una de las razones por las cuales cuando me preguntan por “píldoras” para superar el desgano y mejorar la agilidad mental respondo que sí las hay, y que no deben buscarse en la farmacología, sino dentro de uno mismo.
Afortunadamente, todas las personas pueden trabajar para que su cerebro produzca naturalmente las sustancias químicas que la predispondrán a sentirse con la energía necesaria para generar proyectos y concretarlos.
En algunos casos, lo único que se necesita es un cambio en la forma de pensar y en el estilo de vida. En otros, puede ser necesaria la ayuda externa. Afortunadamente, la neuropsicología ha desarrollado herramientas muy efectivas para bucear en las profundidades de la desmotivación y las técnicas que se utilizan en los gimnasios cerebrales dan muy buenos resultados.