No es material de pesadilla, sino más bien algo que ocurre cuando se alcanzan ciertos niveles, como demuestra la percepción sobre algunos CEOs.
Una cosa que todo el mundo aprende en los años escolares es que es imposible ser amigo de todo el mundo. Poco importa lo simpático que se sea, lo majo, lo divertido o lo que se quiera poner en la larga lista de adjetivos, que siempre habrá a alguien a quien se le caiga mal. Es ley de vida, se podría decir, y es imposible conseguir una aceptación universal. Incluso los perfiles de las personas que son consideradas de forma universal como tan queribles o tan encomiables tienen a algún hater que no puede soportarlos por la razón que sea.
El caerle bien a todo el mundo es imposible (por mucho que en algunas noticias de la crónica de sucesos parezca que eso era lo que pasaba – hasta el hecho en cuestión – cuando todos los vecinos se lanzan a comentar con espanto que era ‘una persona encantadora’) y el dato es relevante no solo a nivel personal sino también a nivel profesional. Es imposible que el propio perfil le guste a todo el mundo y que se le caiga bien a todo el mundo, por muy business que sea la relación. A la hora de crear marca personal, hay que ser plenamente consciente de que no se logrará un 100% de aceptación.
Este no es una especie de consuelo ante la parte más dura de la ‘cruel realidad’ sino más bien un hecho al que nadie es capaz de escapar. De hecho, los CEOs más queridos o los más valorados no tienen por qué sentirse inmunes a las críticas y no quedan ajenos a ellas. Por no quedar, ni siquiera tienen un bono de inmunidad que les impida no colarse en las listas de los consejeros delegados más odiados.
Zuckerberg, querido y odiado al mismo tiempo
El ejemplo más claro de este hecho está en los directivos de las compañías de nuevas tecnologías, que de una forma bastante sorprendente protagonizan de un modo muy similar tanto las listas de los CEOs más valorados como las de los consejeros delegados más odiados por sus empleados. Eso es lo que demuestra cruzar diferentes estudios y distintos rankings, como han hecho en un análisis en FastCompany.
Así, una encuesta sobre los consejeros más valorados de la firma de consultoría Morning Consult ha puesto a Mark Zuckerberg como el CEO más valorado. El consejero delegado de Facebook ha tenido en los últimos años bastante buena prensa por acciones derivadas de su vida privada, como por ejemplo el hecho de que se haya tomado una baja de paternidad, y ha recibido una cobertura positiva (nada que ver, por cierto, con lo que ocurría hace unos años). A Zuckerberg le sigue Tim Cook el CEO de Apple. La lista continúa con Jeff Bezos (Amazon), Satya Nadella (Microsoft), Larry Page (Alphabet, o la antes conocida como simplemente Google) o Elon Musk (Tesla). A la gente les gustan porque son innovadores y punteros. En el caso de Cook, además, porque su posición contra el FBI en el caso del iPhone le hace parecer una especie de héroe moderno.
En un estudio de Glassdoor, la web en la que los empleados pueden ‘contar las verdades’ sobre su trabajo, estos directivos también consiguieron buenas posiciones en un ranking con los consejeros delegados más queridos.
Pero lo cierto es que estos datos conviven en el mismo listado con otros menos favorables. Los consejeros delegados con mejores notas son los que sacan también las peores puntuaciones. Los consumidores desconfían de las redes sociales y del uso que hacen de su información personal y por ello estos directivos ocupan posiciones destacadas a la hora de conseguir notas negativas. Zuckerberg es de hecho tanto el CEO más valorado como el más odiado, encabezando el ranking de los peor vistos, seguido por Travis Kalanick (el CEO de Uber), Tim Cook (Apple), Jack Dorsey (Twitter), Jeff Bezos (Amazon) o Elon Musk (Tesla).
¿Ser el mejor y ser el peor?
Todos estos consejeros delegados han conseguido posiciones de gran popularidad y han logrado colarse entre los directivos más conocidos y más populares. El amor y el odio parecen elementos que son casi indispensables e inherentes a su función corporativa. Y es que, si algo tienen que tener claro los directivos y los altos responsables de las empresas, especialmente cuando su nombre está tan ligado a la marca para la que trabajan como es el caso de Cook, Bezos y por supuesto Zuckerberg, es que su marca personal estará muy ligada a la percepción que los consumidores tienen de su compañía y que las quejas y los puntos negativos que perciban sobre la marca serán también los que achacarán a su marca personal.
A esta cuestión hay que sumar que cuando se cruzan ciertos puentes en lo que a popularidad se refiere, la polarización de los receptores será mucho mayor y la marca personal se verá de una forma mucho más intensa. Es decir, a cuanto más popular y a cuanto más se hable en los medios de un directivo más proactivo será el consumidor a la hora de decidir si quiere u odia a la persona en cuestión. Como ocurre con la exposición elevada de una marca, la exposición intensa de una marca personal hace que sea mucho más difícil dejar indiferentes a los demás.