En épocas de crisis es fundamental mantener la calma. Como dice el popular dicho, toda vez que llovió, paró y en esto también se aplica.
Como primera medida debemos tomar real conocimiento de nuestra situación actual. Con la mayor frialdad posible determinar el estado financiero de nuestra empresa, lo más ajustado a la realidad que nos sea posible. Para esto debemos ver el grado de endeudamiento y las posibilidades reales de ingresos genuinos en la situación actual.
Para poder evaluar con mayor claridad el estado en que nos encontramos, es conveniente hacer un análisis de sensibilidad del la situación planteada, aplicando variaciones tanto a los ingresos como a los egresos de la empresa. De esta forma sabremos también cuán lejos estamos de lograr un equilibrio o cuanto tendría que variar alguno de los parámetros para volver a valores rentables nuestra actividad.
Frente a un resultado negativo (como suele pasar en estas épocas) podemos actuar sobre los egresos pero, en general, nunca sobre los ingresos. Tomaremos entonces las medidas de ajuste que podamos:
* reasignación de tareas al personal,
* reducción de horas de trabajo por turno,
* eliminación de gastos prescindibles,
* reducción de stocks y toda otra acción que alivie nuestra posición.
Pero en este punto debemos tener especial cuidado en no afectar aspectos importantes que definen a nuestro producto o servicio. En épocas de crisis el mercado se vuelve sumamente exigente y no tolera el más mínimo deterioro en la calidad de nuestro servicio. Es preferible producir menos o demorar un poco más en el servicio que se brinda, pero siempre mantener la calidad, evitando que nuestros clientes opten por la competencia al ver afectada la prestación que nos compra.
Es bueno estar muy atentos al mercado. Suelen surgir en épocas difíciles algunas otras oportunidades de negocios cercanos o relativos a nuestro core business. Estas nuevas posibilidades suelen ser menores y pueden ser realizadas sin grandes cambios, generando ingresos que nos ayuden a sobrellevar una época de crisis y que seguramente en el futuro podremos mantener como una suerte de beneficio marginal para nuestra empresa.
Si la situación financiera lo permite, estas son épocas muy propicias para hacer el mantenimiento de nuestros equipos, reemplazar lo que corresponda y prepararnos para cuando todo vuelva a ser tan floreciente como antes, o al menos, mejor que en el momento actual.
Suelen conseguirse ofertas muy especiales, algunos planes de financiación a tasas promocionales (aunque conseguirlos sea casi una “misión imposible”) y mano de obra especializada en condiciones convenientes.
En cuanto a la gente que lleva adelante la empresa, es muy importante mantener un buen diálogo, generar espíritu de grupo y consolidar muy bien los equipos de trabajo. De todas las situaciones de crisis, quienes las logran superar, resultan fortalecidos. Esto se aplica muy especialmente, en las pequeñas empresas, al sector de recursos humanos. Debemos fortalecer vínculos y mantener el optimismo, focalizando siempre en nuevas posibilidades, nuevos objetivos que incentiven a la gente.
Aunque parezca contradictorio, las épocas de crisis son muy propicias para el desarrollo de nuevos productos. En general se cuenta con el tiempo, los recursos humanos y la asistencia de proveedores que en otras circunstancias no es posible conseguir. Si está dentro de nuestras posibilidades, encarar nuevos desafíos es además un muy buen remedio frente a la falta de optimismo que se genera en épocas de crisis.
Indudablemente cada caso es especial y no se puede pensar en fórmulas mágicas, ni soluciones rápidas. Vivimos dentro de una sociedad con vaivenes que nos exceden y no podemos controlar. Como decíamos al principio, tenemos que mantener la calma y centrar nuestros esfuerzos en tratar de sobrepasar el momento, “surfeando” con éxito esta difícil situación.