Meses y meses estudiando a la noche, realizando trabajos de equipo durante los fines de semana, investigando para tareas especiales. Adiós al deporte, a las salidas al cine, a los amigos de siempre…
Y todo este sacrificio, ¿para qué? ¿Cuál es el valor que aporta un MBA? En todo caso, ¿vale la pena?
Para comenzar a responder a estos interrogantes, es necesario un breve paréntesis sobre el desarrollo de carrera: ¿Cómo nos desarrollamos profesionalmente? ¿Cuáles son las claves del crecimiento profesional?
Como solemos decir, un poco en broma y un poco en serio, a nuestros alumnos: el desarrollo es “el reino del sufrimiento”. Implica abandonar nuestra zona de confort y ubicarnos en una situación que no nos resulta cómoda.
Entonces, la primera premisa es que el MBA colabora con el desarrollo de los alumnos sólo si los desafía, si los presiona y los exige durante casi dos años.
No obstante, esta sensación de incomodidad se hace más tolerable porque el grupo funciona como sostén. Al tratarse de una situación colectiva, los individuos cargan energía en el grupo, que los empuja más allá de sus propias posibilidades.
Es por esto que los compañeros de clase suelen forjar relaciones tan sólidas: tienen objetivos comunes en situaciones adversas.
¿Qué se aprende en un MBA?
Entre las habilidades que se desarrollan en un MBA podemos destacar las siguientes:
1) Mejora de la capacidad de análisis. Esto es la habilidad para distinguir información relevante, para comprender temas y encontrar soluciones.
2) Velocidad de comprensión y de decisión.
3) Enriquecimiento del juicio crítico.
4) Mejora de la creatividad y la innovación.
5) Habilidad para trabajar en equipo con gente de distinta formación y opiniones.
6) Desarrollo del pensamiento sistémico, base para la visión estratégica.
7) Herramientas para gestionar la complejidad.
8) Comprensión de abordajes distintos y gestión de la diversidad.
9) Conocimiento de otras realidades, con la consiguiente ampliación del abanico de posibilidades.
10) Mejora de la habilidad para generar y mantener una red de contactos.
Estas son las habilidades que los selectores (empresas o consultoras) valoran de los egresados de estos programas.
Ahora bien, para el desarrollo de estas habilidades es tan importante el aporte del profesor como el de los compañeros. Por lo tanto, la segunda premisa dice: los resultados en términos de desarrollo son directamente proporcionales al nivel y buen mix de los compañeros.
En este punto, es necesario señalar que no todos los participantes de un programa de MBA se desarrollan de igual manera.
Por un lado, los resultados dependen de la “materia prima”, es decir, del estudiante y de sus recursos personales. Pero también dependen de la calidad del involucramiento en el proceso: la participación, la dedicación, la valoración de los compañeros y el aprovechamiento de los profesores.
En otras palabras, en un programa de MBA todos pasan por el mismo “pipeline”. Sin embargo, el “cómo” pasan genera resultados distintos.
En definitiva, ¿sirve un MBA?
Eso depende de lo que uno busque. En general, un MBA es una excelente alternativa para alguien que desee lograr un perfil más generalista, mejorar su visión sistémica, actualizarse, ampliar sus posibilidades, desarrollar una sólida red de contactos, pensar “out of the box”, concretar un cambio o acelerar su carrera profesional.