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Soy Superman, soy autosuficiente

Los que se creen Superman, nunca delegan, sus agendas están completas, y no les alcanzan las horas del día para hacer todo de manera eficiente. Pierden calidad de vida corriendo sin parar, tachando y agregando ocupaciones a una lista interminable.

Se trata de personas inflexibles, controladoras, poco permeables al cambio e incapaces de delegar. No solo se muestran aislados, sino que también se creen superiores: nadie hace las tareas mejor que ellos

Podrán reconocerse como autosuficiente para avanzar hacia el cambio?

Yo puedo solo

La autosuficiencia es un valor fundamental para quienes quieren hacerlo todo por ellos mismos. Creen que si lo hacen todo, estarán bien vistos ante los ojos propios y ajenos, aunque esta es una ilusión que, junto con el querer controlar todo a cada momento, conforman la clave por la cual les resulta muy complejo delegar y trabajar en equipo.

¿Podemos hacerlo todo de forma solitaria? Por supuesto que sí, y esto depende de nuestra voluntad. Existen cosas que por su naturaleza podemos hacerlas solos, pero cuando se trata de llevar a cabo las distintas actividades en nuestras vidas, tenemos la posibilidad de compartirlas para obtener mejores resultados.

Del balance de nuestras creencias y conversaciones internas, surge el poder articular y coordinar acciones con los que nos rodean, ya sea delegando, como trabajando en equipo.

Está comprobado que la delegación bien entendida, aporta a nuestra calidad de vida y que trabajar en equipo reduce tiempos y esfuerzos de todos lo que componen el grupo.

Inconvenientes

Si evaluamos las ventajas y los inconvenientes de actuar como un Llanero solitario, veremos que la balanza se inclina hacia los inconvenientes. Esto es debido a que la capacidad individual es siempre menor que la de un equipo de trabajo. Pedir apoyo a otras personas nos puede ayudar, y nos aporta calidad de vida, desde la salud, el tiempo invertido y la posibilidad de relacionarnos.

Ahora bien, es preciso aclarar que este comportamiento suele responder a cierto blindaje emocional que armamos para tener la ilusión de no ser vulnerables a posibles sufrimientos que provengan de abrirnos con quienes nos rodean. Esta autosuficiencia no nos permite relajarnos y mostrarnos tal cual somos, corriendo el riesgo de llevarla con nosotros, durante un largo período de nuestras vidas.

Por otro lado, el no poder distinguir este blindaje emocional, nos puede alejar de los que más queremos. Manejándonos como “el que todo lo puede” podemos tener la ilusión de ser autosuficientes, pero si hay un motivo por el cual tenemos emociones, es porque nos relacionamos y tenemos vínculos con los demás. Por lo tanto, en estos casos, resulta contradictorio creernos autosuficientes emocionalmente.

No saben confiar

La desconfianza hacia quienes podrían realizar algunas de nuestras tareas, suele radicarse en la creencia de que solo nosotros podemos hacer las cosas como se debe, en tiempo y forma.

Esto hace que se imposibilite la delegación y que podamos encarar nuevas tareas o actividades de mayor complejidad. Este techo, que no podemos superar debido a la saturación de nuestros compromisos, solo se perfora cuando distinguimos que las cosas que son repetitivas para nosotros, podemos empezar a delegarlas, siempre y cuando posibilitemos que los demás se concentren en los resultados y no solo en la forma realizarlas.

Soltar el control sobre los métodos y no tanto sobre los resultados, es lo que le posibilita a los líderes delegar no solo trabajo, sino también el poder para quienes nos acompañan en nuestras actividades. Esto refuerza la confianza en los que trabajan para nosotros, y en nosotros mismos, convirtiendo esta delegación en un círculo virtuoso.

Claves para no ser un Llanero solitario

  1. Tener conversaciones internas. Como no voy a poder, o esto me supera, nos permite pedir ayuda. En ciertas circunstancias hace que recurramos al otro, que nos puede facilitar el camino.
  2. Abandonar la ilusión de controlar los resultados. Nos permite coordinar acciones con otros.
  3. Delegar el poder. Si queremos delegar debemos verle el valor a que los demás decidan por ellos mismos. Así no solo delegaremos tareas sino también poder.
  4. Eliminar los escudos. Porque solemos terminar siendo prisioneros de nuestra misma armadura emocional.
  5. Derribar la creencia de que la propia vulnerabilidad nos puede dejar a merced de los otros. Esto debilita las relaciones, dándole una cuota de desconfianza a los vínculos.