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Thomas Cook, ¿el primero en desplomarse de un castillo de naipes?

Thomas Cook no había sabido adaptarse adecuadamente a los sísmicos cambios que habían acontecido en los últimos años en el ramo turístico. Y su bancarrota podría ser la primera de muchas, según los expertos.


Se fue casi a la quiebra hace ya algunos años y Thomas Cook nunca se recuperó del todo el bache. Desde entonces el gigante británico de los viajes ha sido profundamente deudor para su propia supervivencia de elevadísimos créditos. A la compañía le ha faltado en los últimos años el dinero que necesitaba para acometer inversiones ineludibles en la renovación de su apolillado modelo de negocio.

A la falta de liquidez de Thomas Cook se sumó más tarde la inquietud por la salida de su país natal, Reino Unido, de la Unión Europea y por una competencia cada vez más feroz. Al fin y al cabo, quienes compran sus vuelos en aerolíneas como easyJet o Ryanair puede también reservar adicionalmente hoteles y todo tipo de excursiones.

“El paquete turístico no está muerto. La excelente protección que éste garantiza al turista continúa haciéndolo muy atractivo”, asegura Gerald Wissel, de la consultora Airborne Consulting, en declaraciones a Handelsblatt. “Aun así, buena parte de los viajes se configura hoy por hoy a través de internet”, subraya.

Thomas Cook, la historia de una bancarrota anunciada

En este nuevo contexto Thomas Cook no supo adaptarse suficientemente rápido a los cambios, algo que sí hizo en cambio la competencia. TUI, el rival alemán de Thomas Cook, ha invertido, por ejemplo, en los últimos tiempos en nuevos hoteles y cruceros. ¿El objetivo? Que sus clientes, tomando como referencia el amplio portfolio de la compañía, puedan configurar sus vacaciones a su gusto y de acuerdo con sus propias preferencias. Aunque a TUI, como a casi todas las empresas del ramo turístico, le pesa la poca constancia de sus propios clientes, las finanzas (más o menos sólidas) le siguen sonriendo.

Thomas Cook ha sido la primera gran empresa turística en caer, pero no será probablemente la última. Puesto que buena parte de las compañías de viajes trabaja (como lo hacía Thomas Cook hasta ahora) con partners externos, los expertos vaticinan que se ciernen nuevas quiebras en el horizonte. “Hay que contar con la salida del mercado de unas cuantas aerolíneas de pequeño tamaño”, profetiza Philipp Goedeking, de la consultora Avinomics.

En Reino Unido priman entretanto las miradas cargadas de terror y asombro por el funesto destino de una compañía que otrora colmaba de orgullo a los británicos. No en vano, con 178 años de vida, Thomas Cook era la empresa de viajes más antigua del mundo.

Pero ¿por qué ha caído en desgracia una compañía tan veterana? Russ Mould, de la firma de inversión AJ Bell, cree tener la respuesta a esta pregunta: aun contando con 22 millones de clientes, Thomas Cook ingresaba en sus arcas apenas 250 millones de libras (283 millones de euros). “Esto supone una cantidad de apenas 11 libras (12,50 euros) por cliente. Es una cifra que se queda en agua de borrajas si tenemos en cuenta el enorme esfuerzo que implica la organización y la comercialización de viajes”, enfatiza Mould.

En la patria chica de Thomas Cook se ha desencadenado en las últimas 24 horas un agitadísimo debate en torno a la cuestión de si el Gobierno debería haber ayudado o no a la compañía antes de que sobreviniera la quiebra.

¿Debería haberse involucrado el Ejecutivo británico para salvar a Thomas Cook?

Sólo por repatriar a los 150.000 británicos que se han quedado varados en el extranjero y por compensar económicamente a los afectados por la bancarrota de Thomas Cook el Ejecutivo británico deberá abonar un cantidad estimada en 600 millones de libras (680 millones de euros).

El Partido Laborista, actualmente en la oposición, argumenta el Estado debería haber acudido antes al rescate de Thomas Cook. Al fin y al cabo, antes de declararse insolvente, la compañía había solicitado a las autoridades estatales una cantidad sustancialmente menor a la que éstas deberán desembolsar ahora para repatriar y compensar a los turistas afectados.

En su día Thomas Cook solicitó al Estado una inyección financiera de 150 millones de libras (170 millones) para su rescate. Sin embargo, el Ejecutivo eludió el rescate de la compañía porque hacerlo habría supuesto un “precedente de riesgo moral”, en palabras del primer ministro británico Boris Johnson. “Creo que ahora es el momento de examinar la manera en que las empresas de viajes pueden protegerse de eventuales quiebras en el futuro”, destaca.

Por otra parte, hay que sopesar asimismo hasta qué punto los directivos de Thomas Cook deben asumir su responsabilidad en momentos tan aciagos como los que se están viviendo actualmente en tierras británicas. Y eso es lo que reclama, de hecho, el Partido Laborista. A juicio de John McDonnell, de las filas del partido liderado por Jeremy Corbyn, sería “absolutamente pertinente” que los directivos de Thomas Cook devolvieran las primas que se embolsaron en su día.

McDonnell defiende asimismo que, antes de llegar a la bancarrota, el Ejecutivo debería haber tomado medidas para procurar algo de oxígeno a Thomas Cook y salvar puestos de trabajo y las vacaciones de miles de británicos.

Los trabajadores afectados por la declaración de insolvencia de Thomas Cook denuncian, por su parte, que desde Downing Street han concentrado todos sus esfuerzos en salvar a los turistas, dejando en un total segundo plano a los empleados. “De los empleados afectados se han desentendido sin ningún tipo de contemplaciones”, se lamenta el sindicato británico de pilotos Balpa.

Fuente: Marketing Directo