Pandemia, infectados, victimas, crisis económica, no es el mejor de los escenarios. La función para que mejore ese escenario o al menos para minimizar sus consecuencias negativas, reposa sobre los hombros de lo políticos que elegimos democráticamente. Hacer es muy importante para mejorar la situación, pero el marketing que envuelve a esos hechos, su eficacia y como se comunica, es determinante para la opinión pública y su satisfacción
Tras la leer la entradilla por favor que a nadie le pueda surgir la duda de que del marketing que estoy hablando es de todo eso que se hace para engañar o mal informar al ciudadano, con la pretensión de generarle una idea o imagen equivocada de la verdadera situación. Nada más alejada de lo que pretendo defender en este contenido.
El marketing político que no es nada frecuente en nuestros días, es el que tiene como misión convencer al ciudadano de que se está haciendo lo conveniente para que la mala situación no perdure o el que persigue tratar de convertirla esa misma situación, en una oportunidad para un futuro cercano. Misión harto complicada, más cuando los resortes que se manejan en marketing político por la mayoría de los partidos es la de conseguir que estos partidos, salgan reforzados ante futuras elecciones o simplemente para generar una mejor imagen pública. Es el desenfoque que sufre el actual marketing político, no tiene claro quién es su cliente y por ende, a quién debe satisfacer, por lo que podríamos decir con rotundidad, que no es el ciudadano el cliente o agente a satisfacer.
Como sabéis, el marketing es una disciplina que se utiliza en beneficio del cliente, llamando su atención, atrayéndolo hacia nuestra empresa, creándole deseo por lo que ofrecemos y dotándolo de una solución a sus problemas, que ha de ser mejor solución que otras propuestas de la competencia, para así conseguir su satisfacción, que vuelva a comprarnos y que se convierta en un cliente fiel. Si esto lo trasladamos al mundo político, sería esto mismo aplicado al ciudadano. Ya sé que el marketing político que conocemos nada tiene que ver tiene con esto, pero no me resisto a pensar que los políticos y sus partidos que se ajusten a este modelo saldrán reforzado políticamente, muy reforzados y con un nivel de votos y de reputación superior a lo que están obteniendo, pero insisten la mayoría de estos partidos, o los líderes de los mismos, en quedarse en la superficie de los problemas e ignorar el impacto de estos para la ciudadanía, priorizando el cuidado, interés y satisfacción del partido (sobre todo de su aparato directivo) en detrimento, en demasiadas ocasiones, de los intereses de los ciudadanos, que son los que quitan y ponen representantes, son los que eligen a sus políticos.
El marketing político que se debe realizar supone un salto conceptual importante para la mayoría de los políticos de toda la vida, para aquellos que simplemente mantienen la mentalidad del antiguo oficio de la política antigua, que por otro lado desgraciadamente son muchos, por no decir la mayoría, pues en los partidos se sigue jugando con reglas anacrónicas, rancias y que sirvieron en otros contextos sociales y culturales, pero siguen vigentes para estar presentes y tener un papel relevante en la zona de decisión de los partidos. Es lo políticamente correcto para estar en las listas que dan pie a cargos, es lo que se debe hacer o decir de cara a opinión pública, cuanto daño hace la utilización de esta máxima y como se aleja de los intereses de quienes son sus jefes, la ciudadanía
Se nos prometieron nuevas formas de hacer política con la aparición de nuevos partidos políticos, se anunció una nueva oferta política, pero observamos que siguen siendo las misma formulas, los mismos comportamientos, los mismos argumentos, la misma comunicación que en la transición del 77, que es hasta donde alcanzo a mirar, pero si tomásemos como referencia tiempos muy anteriores, tampoco diferiría mucho de lo que vemos, escuchamos o nos cuentan ahora. Un nuevo marketing político para esa “nueva política” implicaría o supondría, generar una oferta verdaderamente de interés y diferenciada para el ciudadano no para el partido, tomarse la comunicación como una herramienta estratégica para llegar hasta el ciudadano y dotarlo de conocimiento pero no como una herramienta de propaganda y “engaña bobos” o de efectos de artificio, por lo que artimañas, hoy tan comunes, como la fakes, los rumores infundados, los insultos a contrarios, todo eso forma parte del arsenal de herramientas de ese marketing político vigente y que suena a rancio e incluso anacrónico, por el tipo de sociedad que somos, en mi opinión tan inadecuado por previsible, incierto, poco fiable y sobre todo, tan poco pensado y desconsiderado con el ciudadano, donde está claro que en otro tiempo tendría su impacto y conseguiría resultados, pero el ciudadano ha cambiado y va a evolucionar aún con mayor rapidez y profundidad en muy poco tiempo, pero los políticos y partidos actuales no lo están considerando, por lo que siguen utilizando el mismo arcaico marketing político.
El marketing político actual sigue poniendo al político, el partido y su interés o necesidades, en el centro para la toma de cualquier decisión o estrategia, es a quien hay que satisfacer. Utilizan normas en marketing que hacen años quedaron descartadas, obsoletas, utilizan el productocentrismo, el partido y el líder en el centro de decisión son quienes determina las decisiones y a los que hay que cuidar, un término o perspectiva inapropiada para conseguir vender en nuestros días, pues bien, hasta que no se consiga en política evolucionar hacia el clientecentrismo es decir, poner al cliente (conseguir al satisfacción del ciudadano) en el centro de toda decisión y como lo determinante para la toma de decisiones, para la forma de comunicar, para saber la oferta a realizar… hasta entonces no se conseguirá ver la utilidad de la clase política en nuestra sociedad. Lo actual es un marketing político que fomenta un partidismo y competencia entre partidos fundamentado en hooligans y trolls, en una política de continuas controversias, disputas y falta de acuerdos, en propiciar un clima político crispado y nada productivo, obviamente todo esto ha conseguido que la gente no es que se haya alejado de la política (la política es inevitable en la vida y todos hacemos política cada día) sino que se alejan, critican o se quejan de la clase política que elegimos casi como autómatas, cada cierto tiempo y en demasiados casos, sin un convencimiento de que ejercer ese derecho maravilloso, democrático de elegir representantes, tenga una utilidad real para nuestro bienestar, para nuestro presente y futuro como sociedad. Están logrando, que cada día de forma más mayoritaria, nadie crea que quiénes nos representan, sean la solución a los problemas que poseemos como ciudadanos, sino que por el contrario, quizás forman parte del problema y eso en una sociedad democrática, abre puertas que pueden llevar a lugares donde no queremos estar o donde ya estuvimos y que no son de gran recuerdo. Abren puertas a ofertas aún peores de las que ahora “disfrutamos”, ya vemos incipientes ejemplos de esto.
En el mundo empresarial tengo una máxima que es, déjame ver el marketing que hace y te diré que tipo de empresa es y qué nivel de competitividad posee, pues con el marketing político actual, vemos con claridad, que tipo de políticos y clase política tenemos, percibimos que esta poco orientado al ciudadano, a sus necesidades, deseos, expectativas, y que atiende prioritariamente a clientes que no son el ciudadano. Realizan un marketing político desenfocado, así que o desarrollan un importante reposicionamiento o solo pueden esperar declive y desaparición, como toda marca, como toda organización.
Asesoró: Rafa Cera, TOP CONSULTANT Alta dirección, marketing, management e innovación.
Fuente: Puro Marketing