En los últimos años, las principales corporaciones globales han alcanzado cifras de ganancias récord a medida que han ido cosechando los resultados de las reestructuraciones y reingenierías lipoaspirantes de los ’90.
Los ejecutivos desbordan de felicidad y los accionistas cobran jugosos dividendos.
No obstante, advierte un estudio del Boston Consulting Group, la situación es menos feliz de lo que muchos creen. De hecho, el actual escenario de alta liquidez podría derivar en un oscuro futuro de bajos rendimientos corporativos.
Si bien a algunos les parece el mundo del revés, los investigadores del BCG advierten que la alta liquidez en muchas organizaciones las está introduciendo entre las peligrosas garras de la “cash trap” (o trampa de efectivo).
En los ’80 y ’90, una amplia disponibilidad de recursos líquidos era percibida como una bendición. En efecto, ¿qué mejor señal de la solidez financiera de una empresa? ¿Qué mejor que grandes reservas de efectivo para ganar margen de maniobra ante los vaivenes de la coyuntura?
No obstante, advierten los investigadores del BCG, las percepciones de los inversores han cambiado en los últimos años. Hoy, una hoja de balance con altas reservas de efectivo ya no es leída como un signo de solidez sino de ineptitud para utilizar a pleno los recursos de la compañía.
En efecto, la acumulación de efectivo es un síntoma de que los managers no están descubriendo oportunidades de inversión atractivas para poner ese dinero en circulación. Actualmente, para deshacerse de su exceso de liquidez, muchas organizaciones están pagando dividendos extraordinarios a sus accionistas. Pero si tenemos en cuenta que las inversiones de hoy son los beneficios de mañana, el horizonte parece oscurecerse en el mediano plazo.
De hecho, la falta de inversiones actuales sólo puede implicar un estancamiento en los beneficios futuros.
Así, esta investigación del BCG nos presenta un paradójico caso donde la liquidez puede ser síntoma de que algo no marcha bien en una organización.
¿Cómo evitar la situación?
Desde luego, no existe una receta única. Sin embargo, cualquier CEO podría comenzar un diagnóstico planteándose una serie de interrogantes fundamentales: ¿Cuál es el valor que pretendo crear para los accionistas en el largo plazo? ¿Qué tasa de crecimiento necesito para cumplir con el objetivo? ¿Tengo una estrategia de largo plazo? ¿Estoy invirtiendo con eficiencia el capital de mi empresa? ¿Cuál es el balance óptimo entre dividendos e inversiones?
En definitiva, advierten los investigadores del BCG, encontrar respuestas para estos interrogantes es fundamental para que la empresa pueda evitar la temible trampa de la liquidez